Adictos al café

sábado, 14 de marzo de 2015

La una y veinte de la madrugada.

- Que no me mires así. 
+ Bueno, ¿en qué quedamos?
- No me mires; bueno, sí...


Quedó en mi mente marcada la hora en la que anoche sonó aquella canción, quizá tan grabada a fuego por el brillo de tu mirada cuando identificaste la letra. Una media sonrisa se dibujó en tus labios, y yo suspiré. "Esta es tu canción, ya", te dije. 


3.

Cierro los ojos y evoco la sensación. Siento ese momento, como me volvieses a tocar con la yema de tus dedos, tan suave como si acariciases a las cuerdas de tu guitarra. Es entonces cuando suena el arpegio de mis gemidos, afinados. 

Sabes tan bien como yo ese momento en el que estás con tu instrumento y te dejas llevar, cerrando los ojos y viviendo lo que tocas, que fluya desde tu alma hasta tus manos para que se transforme en música. Así fue, porque hicimos música. 



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