Adictos al café

domingo, 11 de enero de 2015

Dejas mi cuerpo como si acabase de llegar de la guerra. O mejor aún: como si la guerra hubiese sido en él.
Detrás de las trincheras de mis clavículas escondía la metralla para anular tu fuego amigo, pero no fui capaz. Tus granadas estallaron contra mi cuello y crearon boquetes del tamaño de colmillos, sí. Porque no es necesario atacar con tanques si con solo mirarme me desarmas. Y no hablar del cuerpo a cuerpo; esa lucha la tienes más que ganada. Y es que, por más que lo intente...desde que aterrizo en tu geografía ya sé que la bandera blanca ondea en mi campamento. 


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